¿Y si las Víctimas de Murphy vivieran en San Francisco? - Segunda Parte


Hace unos días compartía contigo una pequeña escena en la que dejaba volar mi imaginación y llevaba a una de las Víctimas de Murphy hasta San Francisco,  el lugar donde se desarrolla la Antología  del Día de los Enamorados. Ese experimento me pareció tan divertido que quise convertirlo en una serie de posts. 

El de hoy es protagonizado por Melina, mejor conocida como La Reina del Desastre. En esta pequeña escena, ella y sus amigas conversan sobre cierto podcast que hará su aparición en la nueva edición de la antología. Te invito a echarle un vistazo.

* * *

¿Una llamada de auxilio?

Creo que tengo un problema de memoria. No porque haya olvidado algo, sino porque intento sacar de mi mente la mueca de disgusto que hace Samuel Mendoza cada vez que llego a la oficina y no lo logro. Tampoco dejo de pensar en que dicha expresión de disgusto va seguida de cerca por uno de sus ataques de terrorismo musical.

«Dios, ¿por qué los más guapos tienen que ser también los más idiotas?»

Solo tengo una semana en este trabajo y ya me siento tentada a renunciar. Todo esto me está generando un estrés que no combina ni con la ropa que llevo, ni con la vida que quiero tener; y quizás por eso anoche caí en la tentación de llamar a ese podcast que he estado escuchando últimamente y que de la noche a la mañana se había convertido en toda una sensación en San Francisco. Todo el mundo hablaba del programa, incluso en la redacción de la revista donde había empezado a trabajar, porque lo que ellas decían iba en contra de lo que nuestra publicación defendía en su columna de romance y relaciones. Una columna que me habían contratado a mí para escribir, por cierto.

Pero es que después de escuchar a esas chicas, que me recordaban tanto a mis amigas, compartir sus propias malas experiencias con el género masculino me hizo sentir confiada, y pensé que tal vez el consejo de un par de desconocidas era lo que necesitaba para poner en perspectiva las cosas que me estaban pasando últimamente. Sin embargo, lo único que logré fue que varias de mis amigas, quienes estaban escuchando el podcast, se aparecieran en mi apartamento para una intervención.  

La primera en llegar fue Belén, porque era su noche libre en el bar y decía que hablar de mis problemas era más interesante que pensar en los suyos; luego llegaron Flor y Ruth, que apenas salían de su trabajo.

—Flor dijo que era una emergencia —explicó Ruth—. Así que soltamos esas declaraciones de impuesto y nos vinimos directo para acá.

—Bueno, hicimos una pequeña parada para comprar estas —dijo Flor encogiéndose de hombros mientras me mostraba un par de botellas de vino.

—¡Excelente! —dijo Belén sacándose el móvil del bolsillo—. Ahora solo nos falta pedir una pizza y una caja de cupcakes de esa tienda de la que todo el mundo está hablando... ¿cómo es que se llama?

—Dolce Vero —respondió Ruth.

—Sí, esa —asintió Belén—, con eso ya estaríamos listas para hacerle la competencia a las mujeres del podcast con el que Melina nos acaba de ser infiel.

El comentario de Belén nos hizo reír a todas, pero también me hizo sentir un poco culpable por haber recurrido a un par de extrañas en lugar de hablar con mis amigas, quienes ahora se ponían cómodas en la pequeña sala de mi apartamento.

—Yo no les fui infiel. —Traté de defenderme mientras Belén se guardaba el móvil, empezaba a descorchar una de las botellas y Ruth buscaba las copas.

—¿Ah, no? ¿Y cómo le dices a eso de preferir confesarte con unas extrañas en lugar de confiar en nosotras? —preguntó Flor—. Es que apenas abriste la boca supe que eras tú, pero me negaba a creer que fueras capaz de cambiar nuestro chat de WhatsApp por una llamada con dos desconocidas, por muy famoso que sea su podcast.

—Es cierto —dijo Ruth entregándome una copa de vino—. Nosotras no seremos tan famosas, pero siempre tratamos de ayudarnos y buscarle una solución a todos nuestros problemas entre todas.

—Y no hemos tenido malos resultados —completó Belén mientras servía una copa para Flor, una para Ruth y otra para ella—. Bueno, no hemos tenido TAN malos resultados. —Se echó a reír—. Porque incluso cuando la cagamos, lo hacemos con estilo.

—Eso es cierto —asentí—. Es solo que… —suspiré—. Es complicado.

—Las mejores historias siempre lo son —dijo Ruth.

—Así que empieza a contarnos los detalles —dijo Belén mientras repartía las bebidas—. Para hacernos una mejor idea de cómo contraatacar a este terrorista que te tiene contra las cuerdas.

—O de cómo seducirlo —propuso Flor—. Porque es posible que le gustes y el muy tarado no sepa cómo expresarlo.

Una nueva ronda de carcajadas llenó mi apartamento, dando paso a una larga noche de confesiones, reflexión y estrategia. Realmente tenía a las mejores amigas del mundo, aunque algunas veces me provoque matarlas, porque solo ellas dejarían todo sin dudar para venir a ayudarme. Incluso si no se los pedía.

Incluso si yo misma no me daba cuenta que necesitaba de ellas.

 

* * *

¿Quieres conocer a Melina? Echa un vistazo a su historia en La Reina del Desastre, y la nueva edición de Antología de Relatos del Día de los Enamorados estará disponible en los próximos días. 

¡No te la pierdas!


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