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Muchos dicen que leer es una tarea solitaria (algo que también sucede con el acto de escribir). Descubriste un título que te intriga, o que quizás ya leíste antes y querías revisitar, te acomodaste en tu lugar favorito, y te serviste algo de tomar para acompañar tu lectura. Es una cita entre tú y ese libro que elegiste, es un momento que tienes para perderte entre las páginas, sumergirte en una aventura, enamorarte, sucumbir al suspenso, o dejarte llevar por la magia y la fantasía.
Un libro se convierte en un universo infinito de posibilidades, en una puerta de escape, en una ventana a otros mundos, pero ¿leer realmente tiene que ser un acto solitario?
Yo creo que no, y te voy a contar por qué.
Feedback en tiempo real gracias a un 'reading buddy'
Me ha pasado que encuentro libros y las historias son tan emocionantes (aunque también he encontrado las que son en extremo frustrantes) que necesito desahogarme con alguien, y que ese alguien entienda de qué rayos estoy hablando. Es aquí donde leer en grupo con amigos, o ser parte de un grupo de lectura, porque puedes comentar las escenas mientras las lees.
Los diferentes puntos de vista sobre una misma escena o personaje hacen de la experiencia de lectura algo extra, abren un lugar para el debate y, quizás, ver a través de los ojos de tus amigos cosas que inicialmente pasaste por alto.
Otra de las cosas divertidas de la experiencia es cuando pueden jugar a formular teorías sobre la trama o el destino de los personajes, haciendo de todo el acto de leer algo vivo y vibrante; y hace poco tuve la oportunidad de vivir esto que te estoy contando gracias a un grupo de lectura conjunta que se abrió para uno de mis libros.Con la organización de Joel Da Silva (@Piles_of_Pages en Instagram) hicimos un grupo de WhatsApp para comentar los capítulos, hicimos dinámicas para conocernos mejor, y jugamos un poco al tratar de adivinar qué pasaba después. Toda la actividad se extendió durante el curso de dos semanas, y la mayoría de los participantes eran lectores y bookstagrammers de Venezuela, aunque había algunas personas que se nos unieron desde otros lugares.
Cada quien se formó su propia opinión de la historia y de los personajes, y entre todos fuimos poniendo juntas las piezas de ese rompecabezas que se llama Cartas Amarillas (ese fue el libro que compartimos). Fue una experiencia que disfruté mucho no solo como autora sino como lectora, pues a veces por estar sumergida en el trabajo me desconecto de todo y me olvido de lo genial que resulta conectar con la gente, y redescubrir cosas que creía conocer muy bien a través de ojos frescos.
Cuando las tramas cobran vida
Uno de mis juegos favoritos con el grupo de lectura conjunta fue el de imaginar por un rato la posibilidad de que Cartas Amarillas se convirtiera en película o serie, y es algo que suelo hacer en solitario cuando estoy leyendo algo particularmente emocionante.
Sí, imaginar las escenas como si fuera una película es uno de esos hábitos raros que tiene mi cerebro, y bueno, encontrar el parecido de los personajes con personas de la vida real es algo que resulta más divertido en equipo.
Así que, pues, jugamos a ponerle cara a Liv (uno de los personajes centrales) a partir de los datos que aporta la historia sobre ella: edad, personalidad, sus rasgos físicos... y con todas las propuestas del club de lectura construí un pequeño tablero de inspiración.
Entonces le tocó el turno a Thomas, el otro personaje central de la novela, y debo confesar que aunque también recibí varias sugerencias, las características de ellos eran bastante similares.
¿En qué coincidieron todas las personas que participaron? En que Thomas tenía cierto aire de bad boy, y una cara de estar peleado con el mundo por alguna razón.
Coincido con esto, y amé las sugerencias para caracterizarlo porque creo que son bastante acertadas.
Con ambos tableros de inspiración hechos, y con la imagen de los personajes firmemente plantadas en mi cabeza, me permití releer Cartas Amarillas (tratando de hacer a un lado ese pequeño detalle de que fui yo quien escribió el libro), y déjame decirte... no tienes idea de lo mucho que disfruté la lectura.
Hacer postales para compartir con los lectores cada día, escoger imágenes para evocar un sentimiento que el libro me estuviera transmitiendo ese día... todo eso fue bastante estimulante para mi creatividad. Pero no fue la única forma en que la historia cobró vida durante la experiencia, porque también jugamos a ponerle banda sonora a la historia, y terminamos curando una lista de reproducción entre todos.
Al momento de escribir esta entrada hay 31 temas en la lista
Le contaba a las personas del grupo, y ahora te cuento a ti, que ya estaba familiarizada con algunas de las canciones que llegaron hasta la lista de reproducción, pero hay otras que terminé escuchando gracias a la lectura y sus sugerencias. Es uno de esos casos en los que los distintos gustos y puntos de vista ayudan a construir algo genial.
Cuando un libro te recomienda nuevos amigos
Para terminar con la entrada te voy a dar otro punto a considerar. Los clubes de lectura, o las lecturas conjuntas, son otra oportunidad para socializar y conocer gente a partir de un interés común. Haz de cuenta que es un libro recomendándote nuevos amigos. Es lo que yo hice, y debo admitir que me la pasé muy bien.
¿Voy a repetir la experiencia? Puedes apostar que sí, y te estaré contando por aquí cómo me va. Espero que tú también te animes a probar unirte a una lectura conjunta. Y si lo haces, no dudes en contarme cómo te fue.
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